lunes, 28 de agosto de 2017

La Maternidad también es una Elección

Por Zita Herrador.

Recuerdo la escena con bastante ironía: Yo acababa de dar a luz a mi segunda hija y justo se me ocurrió prender la televisión mientras conciliaba el sueño; el programa que pasaban era justamente cómo los países de Europa han logrado implementar políticas públicas que permiten a las mujeres atender el primer año de vida de sus hijos y después reincorporarse al mercado laboral, ya sea en empresas que les facilitan servicios de guardería durante su jornada o mediante empresas emergentes que ofrecen la oportunidad de trabajar completa o parcialmente desde casa. Son empresas establecidas, con prestaciones de ley, oportunidad de ascensos por productividad, etc. Claro, allá también las licencias por maternidad son más extensas, las facilidades para lactar están bien establecidas y tanto padre como madre tienen la oportunidad de distribuir según sus necesidades un permiso laboral por UN AÑO para cuidar a su bebé (eso, señores, es verdadera equidad de género). En eso volví a mi realidad… esa en la que a los 45 días el bebé se queda en casa con los abuelos o en alguna estancia para que la mamá regrese a trabajar y, en el mejor de los casos, haga malabares para lactar y contribuir así con la salud de su bebé.
En este panorama, más lo desglosado en mis artículos anteriores, sería muy interesante analizar las causas por las que la maternidad pareciera tender a la baja entre los sectores escolarizados en nuestro país y si esto es justo lo que el país necesita para seguir progresando. Vamos a aterrizarlo un poco más: en una ecuación lógica de ideas, la suma de un feminismo un tanto antimaternal más el individualismo y consumismo de nuestra era, más las políticas antinatalistas comenzadas en los 80´s con las que se nos grabó en el cerebro que “la familia pequeña vive mejor” (falsa premisa en muchos casos, por cierto) pueden habernos situado en un terreno en el que la maternidad pudiera parecer poco atractiva. 

Pero eso no es lo que afecta al grueso de la población femenil… sí es cierto que tenemos tatuado en el subconsciente que dos hijos es lo políticamente correcto, pero me atrevo a decir que en muchas mujeres lo que acaba pesando en la decisión de ser o no madres y de tener uno, dos y no más hijos, es precisamente la dificultad para conciliar ambos roles: el de madre y trabajadora. 

El ritmo de vida de ahora es vertiginoso, complejo económicamente, y uno hace malabares para tratar de atenderlo todo… nos desenvolvemos diariamente como “locas funcionales”, tratando de cumplir medianamente y a la carrera con todos los roles que elegimos: trabajadoras (ya sea dentro o fuera de casa), madres, esposas. En este ritmo de circunstancias no es de extrañarse que una frase muy comúnmente escuchada sea “Yo si acaso uno o dos, no podría atender a más (hijos)”. Entonces…¿Dónde queda el verdadero derecho a elegir? ¿Es que sin darnos cuenta es el mismo estilo de vida, la situación económica, la falta de apoyo en políticas públicas, las casi nulas posibilidades conciliadoras, las que acaban tomando la decisión por nosotras? En el mundo en el que todos parecieran exigir su “derecho a decidir” ¿las madres nos hemos convertido en un grupo numeroso pero silencioso y casi invisible?

Quizá sea necesario recordar que la maternidad no es un estado de vida acreedor de caridad ("pues ahí... con lo que gusten ofrecernos señores legisladores y gobernantes; con lo que mi patroncito pueda darme..."), sino que es una elección, una opción de vida que merece también respaldo social y legal. De tal suerte que si la ley avala otro tipo de reclamos, no urgentes y que a veces atentan incluso contra la salud ¿por qué no atendernos a nosotras también? No deberíamos renunciar a nuestro derecho de ser madres de la forma en que queramos solo porque es incosteable, ni deberíamos elegir tener hijos solo para recibir las becas asistenciales del gobierno como fuente única de sustento, como sucede en comunidades pobres.


Y si lo vemos con ojos muy pragmáticos, la maternidad conviene al país: no sólo es el principal vínculo transmisor de cultura, valores, ideas y pilar básico para el desarrollo emocional, psicológico y social del individuo, sino que es clave para que el país no caiga en el invierno demográfico en el que se encuentran muchos países europeos y que sería motivo de una severísima crisis económica. Lo pongo en cifras: el país para mantenerse necesita una tasa de recuperación promedio de 3 hijos por familia (o sea, los que mueren son iguales en número a los que nacen), pero ¿qué creen? La tasa de natalidad promedio es de 2.26 (o sea 2.26 hijos por mujer mexicana), ubicando la tasa más alta en Chiapas con 2.9 y la más baja en la CDMX con 1.47 (1). Noticia: La sobrepoblación en México es UN MITO. ¡Europa, invierno demográfico, ahí les vamos!

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